Cómo controlar la hipertensión arterial

Por Carlos Diéguez

April 1, 2019

Lo más importante en cualquier caso es que la persona comience a hacer ejercicio con un programa que implique un entrenamiento suave y, de forma gradual, se vaya incrementando su intensidad a lo largo de...

La hipertensión arterial es una enfermedad crónica que, si no se trata, puede ocasionar problemas graves de salud. Suele ser asintomática pero, una vez diagnosticada, requiere el seguimiento de pautas básicas para prevenir subidas de la presión arterial que puedan desembocar en un infarto de miocardio u otras complicaciones. 

Adoptar hábitos de vida saludable que incluyan una dieta equilibrada y la práctica regular de una actividad física moderada, son claves para controlar una patología que no solo afecta a las personas mayores: los jóvenes constituyen un grupo de riesgo importante, al no ser habitual que acudan a las consultas médicas por gozar, en principio, de un buen estado de salud.

Las recomendaciones generales para reducir las probabilidades de sufrir hipertensión pasan por una alimentación variada, que limite el consumo de grasas y bebidas alcohólicas, así como por la práctica de ejercicio moderado una media de tres veces por semana durante, al menos, 45 minutos. 

La práctica de ejercicio físico es altamente recomendable, pues no sólo ayuda a que se produzca una reducción de las presiones arteriales, sino que también tiene un efecto beneficioso sobre otros factores de riesgo tales como la obesidad, la diabetes y el colesterol alto, entre otros.

Hacer ejercicio físico moderado regularmente es un hábito saludable que le reportará beneficios a lo largo de toda la vida. Aumenta la vitalidad, ayuda a combatir el estrés, incrementa la resistencia a la fatiga y ayuda a combatir la ansiedad y la depresiónentre muchos otros beneficios. 

Sin embargo, algunas personas con patologías muy concretas deben consultar al médico antes de comenzar a realizar ejercicios físicos, como es el caso de los cardiópatas, individuos con patología ósea como artritis, hipertensos muy descompensados, diabéticos insulinodependientes, o pacientes con historial familiar de enfermedad coronaria prematura.

Lo más importante en cualquier caso es que la persona comience a hacer ejercicio con un programa que implique un entrenamiento suave y, de forma gradual, se vaya incrementando su intensidad a lo largo de las jornadas sucesivas de ejercicios.

El número de estadounidenses con hipertensión arterial ha aumentado repentinamente de un tercio de la población adulta (32%) a casi la mitad (46%). No es una nueva epidemia: la Asociación Americana del Corazón y el Colegio Americano de Cardiología han cambiado la definición clínica de esta condición tras varios años de estudio conjunto: ahora, la hipertensión es cualquier valor por encima de 130/80.

Estos números reflejan la presión que ejerce la sangre contra las paredes de los vasos sanguíneos. Cuando el corazón late, bombea sangre hacia las arterias, produciendo una presión alta —la primera cifra— llamada sistólica. Entre latidos, el corazón está en reposo y la presión sanguínea disminuye. Esta presión menor —la segunda cifra— se llama diastólica. 

Las nuevas directrices, publicadas en la revista Hypertension y en la revista del Colegio Americano de Cardiología se basan en la evaluación de más de 900 estudios sobre salud cardiovascular de los últimos años. Las evidencias científicas demuestran que las personas dentro del nuevo rango definido como hipertensión ya tienen un riesgo elevado de sufrir complicaciones cardiovasculares, aproximadamente el doble que aquellas con presión arterial normal (menor de 120/80).

Una tensión arterial alta provoca sobreesfuerzo al corazón, lo cual puede llevar a un aumento de su masa muscular (hipertrofia), que a veces desemboca en insuficiencia coronaria o angina de pecho. Además, está ligada a multitud de problemas cardiovasculares como arritmias, acumulación de grasa en las arterias e incluso su obstrucción (trombosis), que puede producir infarto cardíaco o cerebral.

Lo más importante para disminuir la incidencia de la enfermedad cardiovascular, según los expertos, es la prevención. Para ello hay que reducir factores de riesgo como la diabetes, hipertensión, sedentarismo, tabaquismo, sobrepeso, obesidad y abuso de alcohol. 

La hipertensión es una dolencia grave que afecta al cerebro, llegando a provocar infartos cerebrales (ictus o accidente vascular cerebral isquémico). También afecta a los riñones, lo que puede desembocar en una insuficiencia renal. Y, por supuesto, al propio corazón, pudiendo producir insuficiencia coronaria y angina de pecho. En el peor de los casos, puede provocar la dilatación (aneurisma) o ruptura de la aorta.

Un estudio llevado a cabo en Vigo, España, que tomó en cuenta los niveles de presión arterial elevados durante el sueño y el perfil circadiano, produjo que se estableciera que casi la mitad de los pacientes hipertensos son diagnosticados de un modo erróneo. “El proyecto está revolucionando el mundo científico, dadas las posibles consecuencias clínicas de la asistencia a la supervivencia en relación con el diagnóstico, el pronóstico y la orientación terapéutica de la presión arterial alta y el riesgo cardiovascular”, señaló la investigación.

Medicamentos nocturnos. Otra de las principales conclusiones e implicaciones de los datos publicados es que los riesgos asociados a esta dolencia disminuyeron significativamente cuando los pacientes tomaron los medicamentos con los que controlaban su presión arterial antes de acostarse por la noche, en lugar de recién levantados o tras desayunar, como es habitual en esta clase de pacientes. 

El mismo proyecto demostró que “las posibillidades de sufrir un accidente cerebrovascular, ataque al corazón, insuficiencia cardíaca, se reducen en un 53% cuando el tratamiento se toma por la noche en lugar de por la mañana”.

La medición a los pacientes en este estudio se realizó mediante una monitorización ambulatoria de la presión arterial. Este proyecto demuestra la viabilidad y la eficacia de implementar este mismo sistema de medición en los centros de atención primaria. 

Este es un tema capital, pues una de las principales conclusiones del estudio es que otras mediciones puntuales y diurnas no son fiables. En los principales diagnósticos ya se tenía en consideración este factor desde hace muchos años y se hace un seguimiento nocturno de los niveles de presión.

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